
Es invierno y Yorick, editor y hombre, según dice, de pocas ambiciones y escasos méritos, atraviesa Suiza a bordo de un taxi. En su cuerpo todavía perviven las secuelas de una grave enfermedad que un año atrás le provocó la muerte durante un par de minutos en una mesa de operaciones, pero no es su vida la que ahora está en juego, sino la de Luiz que, instalado en una casa con vistas al lago Constanza, considera la posibilidad de poner fin a su existencia. Se halla en una institución dedicada a la eutanasia y el suicidio asistido que como único requisito legal exige la voluntad de morir del paciente; Luiz no está enfermo ni deprimido, pero, ahora que la juventud ha quedado atrás, se pregunta para qué otro día más. Ray Loriga narra los abismos de estos personajes, y compone una sinfonía sobre la amistad, el amor y el final de la juventud.
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